El tren corre deprisa sobre los raíles
porque le aconsejaron que en la vida
conviene no perder a las personas.
Y piensa que la próxima estación será la primavera
que habrá gente feliz esperando en el andén
porque por fin habrán llegado a su destino.
Pero los pasajeros son esclavos de la rutina
que suben y bajan y vienen y van y a veces no vuelven
y todos los relojes quieren suicidarse para detener el tiempo.
Y yo solo soy otra ciudadana más
que escupe la boca de metro
que anda sin ganas ni rumbo.
La urbe se siente débil y vieja
apenas es capaz de respirar
porque tiene cáncer de pulmón.
Sus árboles famélicos reclaman luz
pero el sol ha perdido una vez más
la batalla contra la niebla matinal.
Lucha también aquí el capitalismo
contra los derechos humanos
y ya se sabe cómo acaba…
Lloran las calles porque sus gentes
se están muriendo de frío y de hambre
y todos miramos hacia otro lado al pasar.
El viento me corta la piel hasta hacerme sangre
se cuela sin permiso hasta mis huesos
y decide quedarse en mí un rato.
Trato de levantar los ánimos incluso bajo cero
y me siento como el triste olmo de Machado
que sigue esperando un milagro primaveral.